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OPERA SECONDA.
LA ARCADIA, EL DESTINO Y VENECIA


 

La Italia del Barroco fue un punto de encuentro y de ebullición de música y de grandes compositores venidos de alrededor. Precisamente aquí es donde empieza el viaje que le proponemos: un circuito que nos llevará a diversas ciudades italianas guiados por un personaje que fue clave en la vida cultural del momento, el cardenal Pietro  Ottoboni. 

Empezamos en Arcadia, una academia de principios literarios que se creó en Roma en 1690 y que supuso un paro obligado para todos los grandes personajes que visitaban la ciudad. Así fue para Antonio  Caldara, un violonchelista veneciano proveniente de una familia de músicos que, después de haberse formado en la  basilia de San Marcos de Venecia, obtuvo cargos tan importantes como el de maestro de capilla en Mantua,  Viena y Roma. También estuvo unos años al servicio del Archiduque Carlos III, pretendiendo al trono durante la guerra  de Sucesión española, quien le llevó a Barcelona para hacer representar a las primeras óperas italianas de  la península Ibérica. 

La generación de Caldara fue muy productiva. En la misma época que el violonchelista nacía también en  Venecia Pietro Ottoboni, quien llegaría a ser cardenal en Roma. Ottoboni, sobrino del Papa Alejandro VIII,  destacó en el ambiente romano por su mecenazgo de artistas, poetas y músicos. 

Como no podía ser de otra manera, el cardenal fue miembro de la Academia de la Arcadia, y la utilizó como plataforma para atraer a su pequeña corte en el palacio de la Cancillería a compositores importantes del momento, como Arcangelo Corelli, Alessandro Scarlatti o Georg Friedrich Haendel. 

Precisamente Corelli, proveniente de la Academia Filarmónica de Bolonia, fue adoptado artísticamente por  Ottoboni en 1675. Unos años más tarde de haberse instalado en Roma, Corelli ya era el primer violinista y director de los conciertos en el Palacio de la Cancillería, logrando tal respeto que poco después ingresó en la Academia de la Arcadia. 

Este compositor ha pasado a la historia como uno de los grandes desarrolladores de la sonata barroca y el  representante por excelencia del concerto grosso. 

En 1708 tuvo lugar un hito muy destacado en la Academia de la Arcadia, ya que el cardenal Ottoboni va  conseguir reunir en Roma a compositores tan nombrados como Alessandro Scarlatti, Arcangelo Corelli y en  Georg Friedrich Haendel, que en ese momento se encontraba en uno de sus viajes por Italia. 

De hecho, Haendel llegó a Italia en 1706, visitando distintas ciudades. Los primeros meses de su estancia  los dedicó al estudio de los compositores italianos de moda en el momento. Pero los rumores de su gran diosidad no tardaron en llegar a orejas del cardenal Ottoboni, quien le recibió en sus veladas musi cales de los miércoles, junto con Corelli o Caldara. 

El destino que hasta ahora ha ido juntando a grandes compositores bajo un mismo mecenazgo, en el mismo momento y en el mismo lugar, también llevó a Italia a un compositor que fue coincidiendo con Georg Frie drich Haendel durante muchos años.

Johann Adolph Hasse conoció a Haendel muchos años antes, cuando habían trabajado juntos en un grupo  operístico en Alemania. En 1724 llegó a Nápoles para completar su formación con Nicolo Porpora,  pero las desavenencias que aparecieron entre los dos propiciaron que Hasse pronto se marchara de Nápoles.  Fue en ese momento cuando se ganó la amistad de Alessandro Scarlatti, gracias a quien obtuvo  su primer encargo en Italia, interpretado por el castrato Farinelli. Todo este cúmulo de circunstancias va  provocar que Hasse se hiciera muy popular, tanto en Roma como en Venecia. 

Años más tarde, el destino quiso que Hasse volviera a coincidir con Haendel en Londres, donde rechazó la  propuesta de un grupo aristócrata enfrentado al rey inglés de convertir a los dos compositores en rivales. 

En Venecia también fue donde probablemente Johann Adolph Hasse conoció a Antonio Vivaldi. Admitido  como violinista en la capilla de San Marcos por Giovanni Legrenzi, al igual que sucedió con Antonio  Caldara, Vivaldi enseñaba violín en el Ospedale dei Mendicanti y actuó en los principales teatros de ópera de  la ciudad. 

En 1703 decidió dar un giro radical a su vida: fue ordenado sacerdote y contratado como profesor de violín en un orfanato para niñas, el Ospedalle della Pietà. Entre 1723 y 1724, Vivaldi estaba, según todos  los indicios, en Roma donde se supo ganar la protección y amistad del cardenal Pietro Ottoboni. Tan sacada llegó a ser su estima que, en 1726, cuando el cardenal regresó a su ciudad natal, Venecia, de entre todas las festividades y conciertos musicales que formaron parte de esta triunfal celebración,  las de Vivaldi fueron las más notorias. 

Este viaje por Italia que le hemos propuesto a través de este concierto ha empezado en la Academia de  Arcadia, un valioso punto de encuentro para la música del momento bajo el patronaje del cardenal Pietro  Ottoboni. A partir de aquí, el destino ha ido disponiendo y facilitando todos los encuentros, aprendizajes e intercambios que varios compositores relevantes entonces y ahora, hasta terminar en Venecia, punto de llegada,  reencuentros y de reposo del cardenal Ottoboni, a quien se le puede otorgar ser el artífice de esta velada musi cal.

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